lundi, janvier 28, 2008

Mini crónicas titiriteras

La gran canasta está allí, en una esquina de la alfombra, siempre disponible para despertar la magia, siempre presente, preparada para proponer los personajes que se encarguen de pronunciar aquella palabra que nos falta.
Los títeres de la gran canasta nos miran y parece casi como que nos buscaran: algunos con sus ojos desmesuradamente abiertos, otros a pesar de sus ojos cerrados. Ese, que nos atrae con sus ropajes cuidados... Aquél, que nos refleja en nuestra dejadez, en nuestra inmovilidad... Ese otro se hace cargo de alguna arista horrible en la que nos resistimos a espejarnos.
De todo hay en la canasta: nos invitan desde su aparente inmovilidad y abandono, la tentación del diablo, la señora gorda de barrio, el mago ora sepulturero, ora maestro de ceremonias libidinoso, la Muerte, a veces bajo la forma de una mujer enferma, verdosa... O aquella, la "Maruja histérica" (como la re-bautizaron los integrantes de uno de los talleres que coordiné en España), y que no es otra que la misma "ama de casa desgreñada a punto de estallar a gritos"...
Los títeres nos convocan a encontrarnos con nuestros fantasmas y con nuestros anhelos. Nos hablan por sí mismos, desde el mismísimo aspecto del personaje que portan, pero nos siguen hablando, a poco que nos preguntemos cuántas veces los elegimos, cuándo los elegimos... y quiénes los han elegido antes. Y qué es lo que han dicho antes...
Los títeres despiertan grandes pasiones y grandes rechazos. Y lo singular es que nos hacen hablar, nos animemos o no a darles vida. Nos hacen hablar desde su sola presencia, mientras los elegimos, mientras nos demoramos mirándolos, acomodándole el pelo a aquél o simplemente murmurando para nosotros mismos un "podría ser éste, sino fuera que..."


"Cuál es tu desafío hoy, aquí y ahora?", se desliza mi pregunta, como quien no quiere la cosa...
Y allá va el grupo, a encontrar sus voces en la canasta.

"La magia" - dice María, y elige al mago - "Tengo que hacer magia para encontrar una salida creativa en mi trabajo... Y no sé cómo, no sé por dónde empezar..."

"Esta está vestida de negro - Y Perla intenta convertir en rulos el indomable pelo de lana, negro, muy negro también - Es linda - continúa - pero se viste muy seria, muy formal... Así, nunca va a conseguir novio. - y sin darse cuenta, se anima - Es linda, pero así no se le nota. No puede ser que deje pasar fines de semana, uno tras otro, sin encontrarse con amigos, sin salir... Siempre en casa, mirando películas, y en la semana, trabajando y estudiando... Tiene miedo, tiene cara de tener miedo. Y los labios cerrados. ¿Qué es lo que no quiere decir?".

Ernesto elige un títere vestido de obrero, con un casco amarillo en la cabeza y el pucho colgado entre los labios. "Este... está como cruzado de brazos. Esperando que se le solucionen los problemas. Y la mujer, ya no lo soporta. Claro, seguramente que ella labura todo el día y tampoco da abasto, pero por lo menos, tiene polenta. Mi mujer, Mónica, tiene esa polenta. Y yo me siento mal, porque es verdad que todo está difícil, pero yo nunca tuve mucha pasta para salir a pelearla... A la primera de cambio, me pongo mal, y todo así, me sale peor..."

Hay un viejito de cabellos blancos y un gran bigote. Roberto le pone acento italiano: "No me vengan con ésas!!! Toda la vida fue igual... ¿O se creen que cuando me vine de Italia la cosa era fácil? No había tantas cosas que hay ahora, había que trabajar en lo que fuera... Y ahora, mi nieto quiere sacar la ciudadanía para irse a Italia él!!! Daría risa, si no me diera ganas de llorar!! ". Es mi abuelo - aclara Roberto, casi como para sí mismo- Si se levantara de la tumba y me viera... No lo podría creer!! Nunca perdió el acento de "tano", sin embargo, se sentía argentino de la cabeza a los pies...

Y van ensamblándose las escenas. Escenas entre los títeres y escenas corporizadas por cada integrante del grupo. Corporizadas por el cuerpo de cada uno en el escenario. Los cuerpos están y hablan, aunque sean los títeres los que vehiculicen esas voces.

Todo parece tan sencillo, tan fácil! Es tan natural ir deslizándose en ese juego de identificaciones y proyecciones... Del títere y el personaje que convoca, a los personajes internos. De las voces que brotan desde los personajes de los otros a los despertares de viejas voces ocultas en cada uno... Parece tan fácil y tan natural que "la voz de uno salga de su propia mano" (al decir de una paciente) que va uno penetrando, inadvertidamente descendiendo y descendiendo hacia profundidades cada vez más vastas... Y hay que volver, y hay que hacer síntesis creadoras desde los abismos!!
"Siempre les tengo miedo - me decía Liliana una vez - Juego con ellos porque me lo pedís vos, y te tengo confianza, y sé que luego puedo volver, y que vuelvo estremecida pero fortalecida cada vez... Pero les tengo miedo porque me atrapan y me llevan... Les tengo miedo porque no los puedo controlar".Y
o me sumerjo también cada vez que pongo la canasta de personajes a disposición del grupo. Me sumerjo con mis propios personajes, con los que yo misma construí para trabajar, con aquellos que elegí de entre los que me regalaron mis pacientes, con los que han hecho mis hijos o mis amigos. Resuenan sus voces y me conectan con mis voces propias, aquellas que ya he trabajado en mi propia terapia y con las que vuelvo conversar, una y otra vez, nutrida de las historias de todos y de esas síntesis creadoras que producimos en cada encuentro.

Sé que mi propia experiencia de vida va alimentando mi experiencia terapéutica y viceversa. Tengo la sensación de que llevo en mí fragmentos de voces de otras personas a quienes he aportado algo, y sin embargo, no siempre saben cuánto me han aportado a mí con sus historias, sus temores, sus fantasmas y sus renacimientos! Gracias a ellos, yo misma puedo sentirme a veces como el bolso mágico de Mary Poppins, del que podía salir tanto un espejo de mano, como una lámpara de pie... un bolso pequeño que podía contener un mundo.
Y cada noche al irme a casa, mientras acomodo un sillón, limpio los restos de algún sahumerio, apilo algunos almohadones... antes de apagar la luz, les envío una mirada cómplice. Desde la esquina de la alfombra, apilados, mezclados, revueltos, sumergidos, tantas veces hablados, reídos y llorados, tantas veces recreados, asomándose por el borde la canasta, imagino que me contestan con un guiño.
Aunque apague la luz y cierre la puerta, ellos contendrán sus mil historias y mañana... volverán a estar allí.


Artículo publicado en la Revista Campo Grupal nro. 27, de setiembre de 2001- Bs As, Argentina
Texto publicado en el sitio de la Comisión para América Latina de la Unión Internacional de la Marioneta.

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